miércoles, 4 de mayo de 2011
Hiperglucemia...
jueves, 28 de octubre de 2010
El Tren
No se por qué siempre me apetece escribir cuando voy en un tren. Es como si me vinieran las musas con el traqueteo. Quizá debería pagar más por el abono transporte.
miércoles, 25 de agosto de 2010
93B. Segunda parte
Era una mañana lluviosa de septiembre. Adrián, el Dr. Solaz para todo el mundo, se paseaba de un lado al otro de su despacho mientras ojeaba el expediente de la ultima adquisición del centro Hurst, la institución mental con más renombre de la ciudad. Adrián, no muy amigo de los eufemismos, le gustaba llamarla cárcel de locos y a él mismo, por supuesto, loquero.
sábado, 10 de abril de 2010
93B Primera Parte
Come On Baby Light My Fire!
-¿Ya? ¿No puede ser!- se lamento Joaquín, dándose cabezazos contra la almohada
Music is supposed to inspire...
-Fue una mala idea poner mi canción favorita como despertador. Empiezo a aborrecerla con todo mi alma...-pensó, mientras se incorporaba y se miraba al espejo que tenía enfrente de su cama, comprobando los estragos de la noche anterior. Observó su pelo normalmente bañado en gomina, ahora tapándole toda la frente. Sus ojos, que reflejaban la intensidad de la noche, amoratadas las pupilas por el cansancio. Pasó los dedos por la quemadura de cigarro en la muñeca que le hizo su amigo Javier, sintiendo que todavía le escocía.
Frotándose los ojos, y una vez comprobadas todas las “heridas de guerra” de la noche anterior, decidió que ya era hora de levantarse e irse a la ducha. Caminó hacia el baño, encendió la radio y comprobó que sonaba Lady Stardust de David Bowie.
-Una canción mucho mejor para mi despertador, murmuró sonriendo.
Accionó el agua caliente de la ducha, se quitó el pijama lentamente, se giró para comprobar su estado por última vez en el espejo del baño. Fue entonces cuando lo vio.
-¿Qué cojones....?, dijo asombrado. Joaquín se quedo mirando atónito algo que tenía escrito en medio del pecho. Se acercó al espejo para poder leerlo.
"Esta no es tu vida. Sal de ella. 93B"
-Pero, ¿Qué coño es eso? No daba crédito a lo que estaba viendo. Precisamente esa noche recordaba perfectamente todo lo que había hecho, no tenía ninguna laguna mental. Analizó la escritura con más detenimiento y se dio cuenta de que era en una fuente mecanizada, era imposible que una mano hubiera escrito eso. Además, la tinta no parecía la típica tinta de cualquier bolígrafo, ni siquiera tenía el aspecto de ser un tatuaje. En un acto reflejo, se metió en la ducha y empezó a frotarse el pecho con la esponja, pero la maldita inscripción no se marchaba, por mucho que frotara. La desesperación se apoderó de él. Frotaba cada vezcon más fuerza. Estaba furioso.
Las señales horarias de la radio le recordaron que tenía que ir a recoger a su madre al aeropuerto, que volvía de un largo viaje.
La ducha la realizó como un acto reflejo, repasando una y otra vez la noche anterior intentando encontrar alguna laguna o fisura en su memoria que diera explicación a aquello, pero en su cabeza no cabía explicación alguna.
Se vistió, cogió movil, llaves y cartera de la mesilla de noche y se dispuso a salir por la puerta de su casa cuando vio un sobre en el suelo al lado de la puerta. Corrió a abrir la puerta, miró a un lado y a otro del pasillo, pero no vio a nadie. Cogió el sobre. Era el típico sobre blanco de carta pero tenía algo escrito:
Para tí, quien quiera que seas. 93B
viernes, 27 de marzo de 2009
El Andante
Siempre tuvo la sensación de que moriría joven. Era, obviamente, una sensación irracional, un presentimiento, pero él nunca dudo de que así sería. Por eso no se sorprendió aquel día cuando salió de la consulta del doctor Ramos con la noticia de que le quedaban 2 meses de vida, como máximo. No solo no estaba sorprendido, sino que agradecía a Dios o a quien fuera que le aplicase el castigo que se merecía.
La única cuestión que realmente le preocupaba ahora mismo era el cómo iba a pasar el tiempo hasta que le llegara la hora. Le daba igual el dónde, cuándo e incluso el por qué de su final.
Quería morir solo, pensó, pero enseguida su cara dibujó una sonrisa. Claro, también tengo la opción de montar una macro fiesta con mis múltiples amigos, se dijo con cierta amargura. Pero en el fondo sabía que lo que no quería era que Lucía y los niños supieran nada. Y lo peor de todo es que no tenía nadie más a quien decírselo.
Entonces un pensamiento invadió su mente. No quería volver a verles nunca más, no quería volver a enfrentarse a sus caras de lástima, a sus expresiones de compasión cada vez que le miraban. Sabía que los únicos sentimientos que podía suscitar ahora sobre los que antes le querían eran justo esos: lástima y compasión. Y todo por culpa de un tal Jonnhie.
Todo empezó con un hecho doloroso en su vida. Llamémosle X, porque en el fondo da igual. En fin, él no encontró otra mejor forma, y mas barata al principio, de mitigar ese dolor que con su amigo "el andante". Antes, siempre se tomaba su copita después de comer, "como todo buen español", pero nada más. Pero desde que pasó X, vivía ahogándose en un mar de dolor y el único salvavidas que él alcanzaba a ver era el fondo vacío de una botella.
Y "el andante"consiguió que se olvidará de por qué sentía dolor, pero no se lo quitó. Ese salvavidas solo consiguió meter a todo aquél que él quería en su mar de sufrimiento. Llegaba tarde a casa, siempre estaba de mal humor, tenía completamente desatendidos a los niños. Lucía siempre intentó ayudarle, convencerle de que necesitaba ayuda. Ella siempre miró por él, fue fiel a aquello de "en lo bueno y en lo malo". Por eso le dolió tanto separarse de ella.
Se dio cuenta de que no podía seguir así. Ellos no tenían la culpa de sus desgracias. Ellos se merecían ser felices. Y llegó a la conclusión de que tendría que elegir entre Johnnie Walker o su familia. Y eligió mal.
Se fue avergonzado, dejando únicamente una nota. Dejó el trabajo, se cambió de ciudad y estuvo acompañado únicamente de su botella durante unas semanas. Hasta que el doctor Ramos le dijo que su hígado no podría sobrevivir mas de dos meses, y que siendo un alcohólico nadie aprobaría un transplante. E irónicamente, y por primera vez en mucho tiempo, no sentía dolor, sino alivio.
Y allí estaba él, sentado en el suelo de su apartamento, apoyado en la pared, bebiendo lentamente de su "amigo", esperando que la muerte viniera de una vez. Pero ahora ya no bebía por el sufrimiento, ahora bebía para no estar solo.
viernes, 6 de febrero de 2009
La 2
01.40.